La Audiencia Provincial de Málaga estima el recurso de apelación presentado por el propietario de una vivienda con okupas por considerar que no es responsable de los daños ocasionados a terceros por filtraciones.

Aplica la doctrina del Tribunal Supremo sobre los daños ocasionados por objetos que caen desde una vivienda.  Concretamente, trae a colación la que desarrolla sobre el art. 1910 del Código Civil. Este responsabiliza al “cabeza de familia” que habita en una vivienda o parte de ella, de los daños causados por las cosas que se arrojan o caen desde ella. El concepto comprende a quien sea usuario del inmueble.

Alude a que la jurisprudencia ha efectuado una interpretación “extensiva” de dicha norma, argumentando que su espíritu y finalidad permiten incluir supuestos como los daños ocasionados por cosas que son arrojadas o que se caen dentro de las dependencias del inmueble o edificio contiguo y, en particular, los daños causados por filtraciones o fluidos en general que provienen de un edificio y causan daños en otro.

El uso del inmueble puede ser tanto residencial como no residencial. Hace especial mención a una sentencia del Supremo que responsabiliza al propietario de un inmueble en el que una persona jurídica, dueña de la finca, desarrolla su negocio en ella, respondiendo, además, por los actos de sus empleados. Por tanto, por analogía, extiende la interpretación tanto al propio titular como al grupo de personas (familiar o no) que convivan con él. En el caso concreto, el juzgador considera probado que el propietario no habitaba en la vivienda, puesto que estaba ocupada por terceros ilegalmente y no era su usuario. Además, estos nunca le avisaron sobre la existencia de las filtraciones.

En conclusión, en la sentencia se vierten numerosos argumentos jurídicos que comportan la ausencia de responsabilidad por los daños sufridos por el inmueble inferior, en tanto que el propietario no era el usuario del inmueble en el que se generaron las filtraciones, ya que la vivienda estaba ocupada ilegalmente.

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Artículo publicado por Ana Huguet en el Diario El Segre, pulse aquí para acceder.